miércoles, 1 de abril de 2009

MALA NOCHE

Más que por su genialidad -que también la tiene esta película aunque no tanta como otras de Gus Van Sant-, Mala noche es una opción ideal en la cartelera veraniega por otras variadas razones. Ésta es la primera vez que puede verse en las salas de cine españolas el debut cinematográfico del director norteamericano (22 años después de su rodaje). De hecho, en Estados Unidos, a pesar de las buenas críticas recibidas en su día, tampoco se estrenó en salas comerciales hasta que Van Sant triunfó con su segundo largometraje, Drugstore Cowboy. La película, además, aprovecha el tirón del estreno (también con dos años de retraso) de Last Days, su personalísima reconstrucción en clave arty de los últimos días de Kurt Cobain. Y por último, porque muestra algunos de los temas y las constantes que han marcado la cinematografía de uno de los directores independientes más influyentes de nuestra era: su gusto por los personajes marginales, la homosexualidad tratada con total normalidad y respeto y el romanticismo desarraigado.

Mala noche, basada en la novela homónima y autobiográfica del escritor de Portland Walt Curtis, cuenta la historia de un amor imposible entre dos hombres. Por un lado, el propio Walt, un joven gay propietario de una modesta tienda de ultramarinos; y Johnny, menor de edad, inmigrante ilegal mexicano, que no habla una sola palabra de inglés y, para más inri, heterosexual. Rodada en blanco y negro, con esa fría estética que suele rodear las películas de Van Sant, y con un presupuesto ínfimo de 25 mil dólares (los que obtuvo gracias a su trabajo en una agencia de publicidad de Nueva York), la cinta atrajo el interés de la industria hollywoodense aunque, posteriormente, fracasarían todos los intentos del director de rodar allí Drugstore Cowboy y Mi Idaho privado. Casi mejor. Gracias a ello, Gus Van Sant conserva intacto todavía su indomable y particular talento. Esta es la primera muestra.

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